Rápido o Lejos?
Estamos obsesionados con la inmediatez, la velocidad parece ser el principal indicador de éxito, ¿deberíamos enfocarnos en ir más rápido o en llegar más lejos? Seth Godin lo plantea de manera provocadora en su Newsletter: los sprints y los maratones son carreras; pero su preparación y técnica no podrían ser más distintas. Esta reflexión, que parece abstracta, cobra especial relevancia en Colombia, un país que enfrenta desafíos estructurales mientras busca avanzar en un entorno global competitivo. rápido o lejos?
La velocidad y el precio, aunque tentadores, pueden convertirse en enemigos si no se gestiona con propósito. En el ámbito personal, los colombianos generalmente, buscamos resultados inmediatos: emprendedores que desean éxito en semanas hasta jóvenes que persiguen oportunidades laborales con ansiedad de inmediatez. Las empresas, invierten recursos en estrategias que prometen retornos rápidos, sacrificando en muchas ocasiones la construcción de relaciones sólidas y confianza a largo plazo. A nivel país, la obsesión con mejorar, o maquillar indicadores económicos en el corto plazo a menudo deja de lado políticas esenciales en educación, sostenibilidad e infraestructura que podrían garantizar un desarrollo más equilibrado. El resultado de esta mentalidad de sprint es fatiga, desgaste y, en muchos casos, pérdida de competitividad, como lo estamos observando hoy.
Ir más lejos, en cambio, significa adoptar una visión estratégica y de largo plazo. Para las personas, esto implica priorizar el aprendizaje continuo y la resiliencia, construyendo un proyecto de vida alineado con valores duraderos. En Colombia, donde el acceso a la educación es aún desigual, esta perspectiva requiere cambios en cómo se promueve el desarrollo individual, no solo con becas y programas rápidos, sino con sistemas educativos que preparen a las personas para adaptarse a un mundo en constante cambio, sin imponer una ideología que sesgue. En el caso de las empresas, la transformación digital es un ejemplo claro de cómo pensar en el largo plazo genera resultados significativos. La cuestión no es adoptar la tecnología más reciente, sino integrarla de forma que permita adaptarse y prosperar en un entorno complejo.
Esto exige liderazgo, paciencia y una cultura dispuesta a evolucionar, decidir si rápido o lejos.
Los colombianos, debemos mirar más allá, para construir una sociedad que compita en el futuro. Debemos exigir políticas públicas que prioricen la innovación, el acceso equitativo a servicios básicos y la sostenibilidad, que son esenciales para enfrentar desafíos como la desigualdad y la corrupción.
Países como Singapur nos muestran que las inversiones estratégicas en educación y desarrollo tecnológico, aunque no producen resultados inmediatos, generan transformaciones profundas y sostenibles, y de paso acaban con los ladrones.
La respuesta no es tan simple como elegir entre. Ambos enfoques tienen su lugar, pero el verdadero reto está en identificar cuándo cada uno es necesario.
La transformación de personas, empresas y países no se trata solo de llegar rápido; se trata de llegar con propósito y permanecer. En Colombia, donde los desafíos son tan complejos como las oportunidades, es hora de recordar que no siempre gana quien corre más rápido, sino quien sabe a dónde quiere llegar.